Hace veinte años el futuro del planeta estaba en manos de los expertos. Naciones Unidas creaba el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático y los científicos comenzaban a estudiar el impacto del desarrollo económico en el clima y a dibujar varios mundos posibles.
Hoy el futuro está en nuestras manos, 'y en las de nuestros gobiernos, pero éstos, y ahí están Kioto y más recientemente Nairobi para testificarlo, parecen no darse cuenta de que los acuerdos alcanzados son insignificantes frente a la reducción del 80% que se necesita para estabilizar el efecto de la acción humana sobre la temperatura terrestre. Y si no queremos exceder el umbral de los 2 grados centígrados, una buena parte de esa reducción habrá de conseguirse antes de la mitad de siglo', explica José Ignacio Pérez Arriaga, catedrático de la Universidad Pontificia de Comillas.
Los escenarios de futuro están dibujados y las secuelas climáticas del hiperdesarrollo cuantificadas hasta el más mínimo detalle. También se ha cuantificado ya su impacto económico. Lo han hecho público recientemente un equipo de expertos liderados por sir Nicholas Stern, antiguo economista jefe del Banco Mundial. El colapso climático puede llegar a provocar una reducción anual de entre el 5% y el 20% del PIB anual. Por el contrario, el coste de reducir las emisiones de gases causantes del cambio climático, evitando así sus peores consecuencias, sólo representarían un 1% del PIB mundial, lo que no impediría seguir creciendo de manera saludable.
Pero las proyecciones de los expertos están lejos de una visión apocalíptica del problema. Es más, Stern y sus colegas anuncian un futuro prometedor para las economías que apuesten por el desarrollo sostenible, y entre otras cosas estiman que el mercado de las tecnologías eficientes en carbono podrían alcanzar los 500.000 millones de euros en 2050. El futuro es de los emprendedores. Las clásicas propuestas de los profesores Robert Socolow y Stephen Pacala (ver gráfico) no son sólo requisitos imprescindible para estabilizar en un plazo de 50 años el CO2 a 550 ppm, el doble de la concentración preindustrial, también son para quienes quieran atisbarlos fuente alternativa de negocio.
Capturar el dióxido de carbono que se genera y almacenarlo como si de un residuo nuclear se tratase pueden convertirse en una nueva línea de negocio puntera para un buen puñado de industrias tecnológicas; sustituir las plantas de carbón proyectadas por nuevas plantas nucleares o multiplicar la energía eólica por 80 y generar hidrógeno para los coches son otras ofertas que auguran réditos en el medio plazo; y probar sistemas que cosechen la energía solar en órbita y la trasmitan a la tierra a través de microondas es apostar por la investigación, pero también por un negocio que puede resultar muy rentable en el largo plazo. Sólo hay que ver los enormes beneficios de los fabricantes de placas solares, con BP a la cabeza.
La Fundación Bankinter acaba de hacer público el último documento elaborado por su Future Trends Forum, donde un exclusivo grupo de líderes de opinión y expertos en energía debaten, entre otras cosas, sobre los nuevos nichos de negocio. Las oportunidades son múltiples y afectan a diversos sectores: el automóvil y sus coches híbridos, la industria energética y sus biocombustibles, los seguros y los productos de gestión del riesgo frente a las oscilaciones de los precios o las incidencias del clima, los transportes, la construcción y sus edificios sostenibles y climatizados, con una importante industria auxiliar alrededor y en continuo auge, las tecnologías de la información al servicio del consumo eficiente, e incluso la agricultura, como proveedora de materias primas para la producción de energía.
Los trabajos de Robert Socolow y Stephen Pacala en la Universidad de Princeton han demostrado que cambiar el curso de la historia requiere un esfuerzo gubernamental que excede con mucho los pequeños y cotidianos actos familiares de los ciudadanos.
Pero sus propuestas no invalidan las acciones individuales. El enorme trabajo de modificar nuestro estilo de vida para que vuelva a estar en equilibrio con la Tierra no es tan abrumador cuando se reduce a esas parcelas de influencia que cada uno de nosotros tiene a su alcance.
La lista es interminable y hay un puñado de libros y webs que dan instrucciones a quienes deciden contribuir a la causa.
Los más comprometidos practican la jardinería ecológica, no usan el coche, elaboran compost (basura doméstica reciclada) y utilizan energías alternativas. Pero también hay un puñado de cosas sencillas que mejoran el mundo. Siempre hemos pensado que la publicidad que recibimos en casa es sólo un enorme engorro, sin embargo, es también un importante problema medioambiental. Si alguna vez amontonáramos todo este papel superfluo, uno comprendería de qué estamos hablando. Además se desperdicia una gran cantidad de tinta y energía en su fabricación y transporte. Si solamente 100.000 personas eliminaran sus nombres de los listados y rechazasen los envíos publicitarios y promocionales que llegan a su buzón se conseguirían salvar cada año 150.000 árboles, y si lo hicieron un millón de personas podríamos salvar millón y medio.
Reciclar, usar electrodomésticos eficientes, recargar las pilas, eliminar el corcho blanco de los regalos, evitar comprar productos que contengan sustancias tóxicas, rechazar el PVC, reducir el máximo el uso de aluminio y plástico en la cocina, reutilizar los escombros de las obras o hacer jabón con el aceite usado son actos al alcance de todos.
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