miércoles, febrero 14, 2007

Las trampas del Protocolo de Kioto

No basta saber,
se debe también aplicar.
No es suficiente querer,
se debe también hacer.
Goethe


Para enfrentar el calentamiento global, 37 países industrializados han creado, en 1997, un instrumento internacional conocido como Protocolo de Kioto, con la intención principal de que estos países firmantes reduzcan sus emisiones contaminantes, considerando que ellos emiten conjuntamente 55 por ciento de las emisiones globales de CO2, de tal forma que al llegar entre el 2008 y el 2012 se observaría una reducción de 5.2 por ciento de sus emisiones, respecto a los niveles emitidos en 1990.

El acuerdo también implica reducir la dependencia de la economía mundial respecto del consumo de combustibles fósiles como el petróleo, gas y carbón, cuyo impacto en el medio ambiente ha alterado el clima y con ello, la biosfera y la biodiversidad. Esto, luego de que se estimara que los países más ricos del mundo, con 20 por ciento de la población total, emiten más de 60 por ciento de los gases de efecto invernadero, fundamentalmente dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. De esta manera el Protocolo de Kioto lucha contra el cambio climático, mediante una acción internacional de reducción de las emisiones de los seis gases de efecto invernadero de origen humano, responsables del calentamiento global.

Desde un principio han existido países que se han opuesto como son Estados Unidos de Norteamérica (principal contaminador y el mayor consumidor de energía del mundo), Japón y Australia. A favor podemos encontrar a países que lo han ratificado, como son Rusia, España, Alemania, entre otros.

Las trampas de un acuerdo positivo para el planeta
Quien hace la ley hace la trampa, y eso es, precisamente, lo que han previsto los países firmantes. Cada uno de ellos puede contaminar una cantidad establecida; si la supera, se enfrentará a unas sanciones económicas. Pero hay una alternativa, comprar a quien no alcance este margen sus derechos a contaminar.

En este punto es donde los críticos recelan, pues temen que los países ricos, en vez de potenciar las energías renovables, sencillamente paguen a los pobres para seguir lanzando a la atmósfera gases con efecto invernadero.

Es más, se considera al Protocolo de Kioto carente de bases científicas que lo respalden y por lo tanto es considerado un acuerdo que 1) cubre cantidades que no se pueden definir físicamente o no pueden ser medidas, 2) es inestable y no puede ser controlado ni forzado a cumplir, y 3) si las partes comienzan a hacer trampas, es virtualmente imposible controlarlas y auditarlas, sin mencionar que es imposible hacer que dejen de hacerlo.

Es necesario recordar que aunque el protocolo fuese escrupulosamente cumplido por todos, sin trampas ni intercambio de créditos, si todo el mundo reduce de verdad sus emisiones, y si se consigue realmente reducir las emisiones en 5.2 por ciento de los niveles de 1990, el efecto sobre la temperatura que han calculado los científicos será de apenas 0.05º C para el año 2050, y de nada más que 0.02º C si los Estados Unidos no lo ratifica. Estos efectos son tan insignificantes, que ni siquiera son detectables.

No resulta sorprendente entonces (aunque esto sí es comprendido por los grupos ecologistas) que Kioto no es nada más que el primer paso. Será necesaria la reducción de entre 60 y 80 por ciento por debajo de los niveles de 1990, por parte de todas las naciones del mundo, desarrolladas o no, para estabilizar el contenido de dióxido de carbono de la atmósfera.

Algunos otros investigadores han concluido que combatir la pobreza es la mejor manera de encarar las inclemencias del tiempo, en lugar de intentar controlar el clima mediante protocolos internacionales caros e inefectivos.

Tal es el caso de Juan Carlos Hidalgo (costarricense y coautor del estudio Climate Change and Sustainable Development publicado por la Sustainable Development Network), que ha publicado que primero, es necesario señalar que la amenaza del cambio climático ha sido exagerada. El calentamiento experimentado por el planeta durante el siglo XX fue de menos de un grado centígrado, y gran parte del mismo tomó lugar en las masas de aire frías de Siberia y el noroeste de Norteamérica durante la época de invierno. Dada la tendencia linear del calentamiento observado durante el siglo pasado y su preferencia por las altas latitudes del planeta, los científicos pueden determinar que la temperatura global aumentará 0.75°C en los próximos 50 años.

Sin embargo, la comunidad internacional continúa obsesionada con poner a marchar el Protocolo de Kioto para reducir cualquier calentamiento pronosticado, por más mínimo que pueda ser. Se ha estima que los costos de Kioto están entre los 150 mil millones de dólares y 350 mil millones de dólares al año. Un simple análisis costo-beneficio indica que Kioto no vale la pena.

En lugar de Kioto, los países firmantes deberían adoptar una agenda que permita enfrentar los desafíos actuales y futuros que el clima presenta a la humanidad, en donde combatir la pobreza sea la prioridad número uno. La pobreza exacerba la vulnerabilidad de los humanos a las inclemencias del clima. Combatir la pobreza es la mejor manera de encarar las inclemencias del tiempo, presentes y futuras.

Cabos sueltos
En Michoacán renace la llamada patología de la pobreza, presentándose casos que considerábamos ya erradicados como: la desnutrición, el dengue hemorrágico, el paludismo y el tétanos. Alguien debe hacer algo con urgencia. Las renuncias serían un buen comienzo.

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