by José Ángel Fernández Villa
Tras haber sido denostado durante décadas, el carbón vuelve a perfilarse como un recurso imprescindible en el futuro energético, especialmente con los avances científicos y tecnológicos en la reducción de los impactos medioambientales. El sistema energético mundial se enfrenta al desafío de seguir suministrando energía segura y a precios asequibles ante una demanda creciente. Las previsiones apuntan a que el consumo mundial de energía aumentará un 60% hasta el año 2030 y todo indica que el carbón tendrá un papel protagonista dentro de la planificación del mix energético, ya que existen reservas suficientes de este mineral para los próximos 165 años, están mejor repartidas geográficamente que otros recursos energéticos y sus precios son más bajos y estables.
Ante el panorama energético internacional, la demanda del SOMA-FIA-UGT de abrir un debate sobre política energética en el conjunto del Estado, y también en el ámbito de la comunidad autónoma, adquiere una mayor dimensión. Esta reivindicación se sustenta en la importancia de la energía como factor determinante en el desarrollo económico e industrial de cualquier país o región y sus repercusiones en el bienestar social de los ciudadanos. Debe ser un debate sin prejuicios, en el que se defina el papel que cada fuente energética debe jugar en el mix de generación, sin exclusión de ninguna de ellas, pero teniendo en cuenta las particularidades de cada una.
El carbón, nuestro recurso autóctono más abundante, es necesario para evitar la dependencia energética externa -cercana ya al 86%- y acompañado de tecnologías limpias estará en condiciones de afrontar uno de los principales problemas de la humanidad: el calentamiento global del planeta. Además, no hay que olvidar la vertiente del carbón como fuente de riqueza y de creación de empleo, pues, a pesar de la ingente cantidad de recursos económicos destinados al cambio estructural de las comarcas mineras, éste aún no se visualiza con nitidez, por lo que la minería del carbón debe seguir siendo un complemento más en una economía diversificada.
El explícito respaldo institucional al carbón es otro factor que permite augurar su retorno en el siglo XXI ligado a desarrollos tecnológicos que posibiliten bajas emisiones contaminantes. El secretario general de Energía, Ignasi Nieto, afirmaba recientemente en el Congreso que en un futuro a medio plazo el carbón va a volver y representará una parte nada despreciable del mix de generación eléctrica. La Agencia Internacional de la Energía ha revisado al alza sus previsiones de demanda de carbón en el mundo y calcula que en las próximas dos décadas su consumo crecerá en torno al 2% anual. También la Comisión Europea, en el Libro Verde «Estrategia europea para una energía sostenible, competitiva y segura», considera la necesidad de mantener la generación de electricidad con carbón y buscar soluciones de baja emisión de CO2.
La organización a la que represento viene defendiendo desde hace años la necesidad de impulsar la investigación sobre usos más nobles del carbón. Así lo hemos hecho, por ejemplo, en unas jornadas celebradas en 1988 por el sindicato a las que asistió el eurodiputado laborista Norman West, en las que ya se señalaba entonces que no se dedicaba el suficiente esfuerzo tecnológico a la mejora del carbón; también hemos planteado nuestro parecer al respecto en las jornadas que organizamos en 2004 sobre luces y sombras de la aplicación del Protocolo de Kioto y en las resoluciones de nuestros distintos congresos, en las que hemos manifestado que el carbón, con captura y confinamiento de CO2, es parte de la solución, y no el problema, en la lucha contra el cambio climático.
La demonización a la que se ha venido sometiendo al carbón ha significado un freno a la investigación aplicada a este mineral. De hecho, en España se aparcaron proyectos de tecnologías limpias del carbón a pesar de que arrojaron resultados exitosos y económicamente viables. Por el contrario, países como Estados Unidos y Canadá llevan largo tiempo impulsando su carrera tecnológica y se han colocado a la vanguardia de la investigación en el ámbito del carbón, especialmente en la captación y almacenamiento de CO2, con programas como el «Futuregen», sobre la gasificación del carbón y la producción de electricidad e hidrógeno a partir del secuestro geológico de los gases de invernadero, y el proyecto «Weyburn», basado en la captura del CO2 emitido en una planta de gasificación para su posterior transporte, a cientos de kilómetros de distancia, y almacenamiento en una reserva activa de petróleo. También en la propia UE contamos con experiencias innovadoras, como el programa «Castor», que ya ha puesto en marcha en Dinamarca la primera instalación que permite capturar el dióxido de carbono de las chimeneas de una central térmica para almacenarlo en el subsuelo.
No cabe duda de que nos encontramos ante una coyuntura favorable para el carbón y para el desarrollo de proyectos que permitan un uso más limpio y más noble del mismo, y, aunque con retraso, España ha retomado ese camino. Los esfuerzos realizados en Asturias sobre aprovechamiento limpio del carbón se han convertido en referencia, y en este sentido cabe destacar la capacidad investigadora del Incar, que ha venido trabajando en la investigación aplicada al carbón sin mayor trascendencia pública, pero obteniendo óptimos resultados, algo que muchos sectores están ahora dispuestos a apoyar. Lo mismo sucede con el Grupo Hunosa, una de las empresas pioneras en la apuesta por las nuevas tecnologías del carbón, y su central térmica de lecho fluido circulante atmosférico de La Pereda, la única en España de este tipo, puesta en cuestión durante muchos años.
El SOMA-FIA-UGT apuesta inequívocamente por continuar potenciando las nuevas tecnologías y la investigación del carbón. Precisamente, en el plan nacional de reserva estratégica del carbón 2006-2012 y nuevo modelo de desarrollo integral y sostenible de las comarcas mineras, se recogen ayudas a los proyectos del programa «Profit» y se plantea que el Instituto para la Reestructuración de la Minería del Carbón suscriba convenios de colaboración con entidades que desarrollen actividades de I+D+I, entre ellas el propio Incar. Asimismo, en el actual plan industrial de Hunosa se valora el desarrollo de proyectos de captación y almacenamiento de CO2. También existe financiación del Plan General de la Minería del Carbón 1998-2005, concretamente 7,07 millones de euros, para poner en marcha la Fundación o Instituto de Investigación de la Energía, los Recursos Naturales, el Agua y la Tierra en el campus de Mieres. No cabe duda de que, además de los recursos disponibles, el impulso de estos proyectos depende de la voluntad política de los gobiernos.
En la comisión de seguimiento del nuevo plan minero hemos planteado que alguna de las doce plantas piloto de captura de CO2 que proyecta la UE se instale en las comunidades autónomas con tradición minera que más se están destacando en los estudios sobre secuestro de dióxido de carbono, entre las que se halla Asturias. También hemos dejado claro que ello no debe llevar a confrontaciones territoriales, sino servir de aliciente para establecer sistemas de coordinación y cauces de colaboración entre los distintos institutos de investigación que permitan aprovechar las sinergias derivadas de los mismos.
Tanto el Incar como el Ciemat y la Fundación Circe cuentan con una importante experiencia en la investigación del carbón, pero en la decisión sobre la ubicación de las plantas piloto de la Unión Europea deben valorarse también otras circunstancias, como ser grandes productores de gases de efecto invernadero, disponer de un amplio campo forestal que permita actuar como sumidero de CO2 y contar con un número importante de pozos mineros y con un litoral marino profundo para el almacenamiento seguro. La investigación y aplicación de métodos de captura de CO2 debe protegerse en Asturias, ya que es la única localización de España que reúne las características ideales para ello. Por tanto, las instituciones y empresas interesadas deben redoblar sus esfuerzos para lograr la concesión de una de esas plantas.
Por otra parte, tampoco hay que obviar que el plan energético de la Comisión Europea prevé que el parque termoeléctrico se renueve antes de 2020 para que no emita gases contaminantes. El SOMA-FIA-UGT viene exigiendo reiteradamente a las compañías eléctricas que acometan inversiones para modernizar sus centrales de carbón y adaptarlas a las nuevas exigencias medioambientales. Es necesario integrar la producción de energía eléctrica con carbón de forma sostenible, y para ello se requieren instalaciones de generación limpia y eficiente, capaces de generar un alto rendimiento en la producción y que incluyan tecnologías para eliminar los gases nocivos, incluidos los dióxidos de azufre y de nitrógeno.
Tras haber sido denostado durante décadas, el carbón vuelve a perfilarse como un recurso imprescindible en el futuro energético, especialmente con los avances científicos y tecnológicos en la reducción de los impactos medioambientales. El sistema energético mundial se enfrenta al desafío de seguir suministrando energía segura y a precios asequibles ante una demanda creciente. Las previsiones apuntan a que el consumo mundial de energía aumentará un 60% hasta el año 2030 y todo indica que el carbón tendrá un papel protagonista dentro de la planificación del mix energético, ya que existen reservas suficientes de este mineral para los próximos 165 años, están mejor repartidas geográficamente que otros recursos energéticos y sus precios son más bajos y estables.
Ante el panorama energético internacional, la demanda del SOMA-FIA-UGT de abrir un debate sobre política energética en el conjunto del Estado, y también en el ámbito de la comunidad autónoma, adquiere una mayor dimensión. Esta reivindicación se sustenta en la importancia de la energía como factor determinante en el desarrollo económico e industrial de cualquier país o región y sus repercusiones en el bienestar social de los ciudadanos. Debe ser un debate sin prejuicios, en el que se defina el papel que cada fuente energética debe jugar en el mix de generación, sin exclusión de ninguna de ellas, pero teniendo en cuenta las particularidades de cada una.
El carbón, nuestro recurso autóctono más abundante, es necesario para evitar la dependencia energética externa -cercana ya al 86%- y acompañado de tecnologías limpias estará en condiciones de afrontar uno de los principales problemas de la humanidad: el calentamiento global del planeta. Además, no hay que olvidar la vertiente del carbón como fuente de riqueza y de creación de empleo, pues, a pesar de la ingente cantidad de recursos económicos destinados al cambio estructural de las comarcas mineras, éste aún no se visualiza con nitidez, por lo que la minería del carbón debe seguir siendo un complemento más en una economía diversificada.
El explícito respaldo institucional al carbón es otro factor que permite augurar su retorno en el siglo XXI ligado a desarrollos tecnológicos que posibiliten bajas emisiones contaminantes. El secretario general de Energía, Ignasi Nieto, afirmaba recientemente en el Congreso que en un futuro a medio plazo el carbón va a volver y representará una parte nada despreciable del mix de generación eléctrica. La Agencia Internacional de la Energía ha revisado al alza sus previsiones de demanda de carbón en el mundo y calcula que en las próximas dos décadas su consumo crecerá en torno al 2% anual. También la Comisión Europea, en el Libro Verde «Estrategia europea para una energía sostenible, competitiva y segura», considera la necesidad de mantener la generación de electricidad con carbón y buscar soluciones de baja emisión de CO2.
La organización a la que represento viene defendiendo desde hace años la necesidad de impulsar la investigación sobre usos más nobles del carbón. Así lo hemos hecho, por ejemplo, en unas jornadas celebradas en 1988 por el sindicato a las que asistió el eurodiputado laborista Norman West, en las que ya se señalaba entonces que no se dedicaba el suficiente esfuerzo tecnológico a la mejora del carbón; también hemos planteado nuestro parecer al respecto en las jornadas que organizamos en 2004 sobre luces y sombras de la aplicación del Protocolo de Kioto y en las resoluciones de nuestros distintos congresos, en las que hemos manifestado que el carbón, con captura y confinamiento de CO2, es parte de la solución, y no el problema, en la lucha contra el cambio climático.
La demonización a la que se ha venido sometiendo al carbón ha significado un freno a la investigación aplicada a este mineral. De hecho, en España se aparcaron proyectos de tecnologías limpias del carbón a pesar de que arrojaron resultados exitosos y económicamente viables. Por el contrario, países como Estados Unidos y Canadá llevan largo tiempo impulsando su carrera tecnológica y se han colocado a la vanguardia de la investigación en el ámbito del carbón, especialmente en la captación y almacenamiento de CO2, con programas como el «Futuregen», sobre la gasificación del carbón y la producción de electricidad e hidrógeno a partir del secuestro geológico de los gases de invernadero, y el proyecto «Weyburn», basado en la captura del CO2 emitido en una planta de gasificación para su posterior transporte, a cientos de kilómetros de distancia, y almacenamiento en una reserva activa de petróleo. También en la propia UE contamos con experiencias innovadoras, como el programa «Castor», que ya ha puesto en marcha en Dinamarca la primera instalación que permite capturar el dióxido de carbono de las chimeneas de una central térmica para almacenarlo en el subsuelo.
No cabe duda de que nos encontramos ante una coyuntura favorable para el carbón y para el desarrollo de proyectos que permitan un uso más limpio y más noble del mismo, y, aunque con retraso, España ha retomado ese camino. Los esfuerzos realizados en Asturias sobre aprovechamiento limpio del carbón se han convertido en referencia, y en este sentido cabe destacar la capacidad investigadora del Incar, que ha venido trabajando en la investigación aplicada al carbón sin mayor trascendencia pública, pero obteniendo óptimos resultados, algo que muchos sectores están ahora dispuestos a apoyar. Lo mismo sucede con el Grupo Hunosa, una de las empresas pioneras en la apuesta por las nuevas tecnologías del carbón, y su central térmica de lecho fluido circulante atmosférico de La Pereda, la única en España de este tipo, puesta en cuestión durante muchos años.
El SOMA-FIA-UGT apuesta inequívocamente por continuar potenciando las nuevas tecnologías y la investigación del carbón. Precisamente, en el plan nacional de reserva estratégica del carbón 2006-2012 y nuevo modelo de desarrollo integral y sostenible de las comarcas mineras, se recogen ayudas a los proyectos del programa «Profit» y se plantea que el Instituto para la Reestructuración de la Minería del Carbón suscriba convenios de colaboración con entidades que desarrollen actividades de I+D+I, entre ellas el propio Incar. Asimismo, en el actual plan industrial de Hunosa se valora el desarrollo de proyectos de captación y almacenamiento de CO2. También existe financiación del Plan General de la Minería del Carbón 1998-2005, concretamente 7,07 millones de euros, para poner en marcha la Fundación o Instituto de Investigación de la Energía, los Recursos Naturales, el Agua y la Tierra en el campus de Mieres. No cabe duda de que, además de los recursos disponibles, el impulso de estos proyectos depende de la voluntad política de los gobiernos.
En la comisión de seguimiento del nuevo plan minero hemos planteado que alguna de las doce plantas piloto de captura de CO2 que proyecta la UE se instale en las comunidades autónomas con tradición minera que más se están destacando en los estudios sobre secuestro de dióxido de carbono, entre las que se halla Asturias. También hemos dejado claro que ello no debe llevar a confrontaciones territoriales, sino servir de aliciente para establecer sistemas de coordinación y cauces de colaboración entre los distintos institutos de investigación que permitan aprovechar las sinergias derivadas de los mismos.
Tanto el Incar como el Ciemat y la Fundación Circe cuentan con una importante experiencia en la investigación del carbón, pero en la decisión sobre la ubicación de las plantas piloto de la Unión Europea deben valorarse también otras circunstancias, como ser grandes productores de gases de efecto invernadero, disponer de un amplio campo forestal que permita actuar como sumidero de CO2 y contar con un número importante de pozos mineros y con un litoral marino profundo para el almacenamiento seguro. La investigación y aplicación de métodos de captura de CO2 debe protegerse en Asturias, ya que es la única localización de España que reúne las características ideales para ello. Por tanto, las instituciones y empresas interesadas deben redoblar sus esfuerzos para lograr la concesión de una de esas plantas.
Por otra parte, tampoco hay que obviar que el plan energético de la Comisión Europea prevé que el parque termoeléctrico se renueve antes de 2020 para que no emita gases contaminantes. El SOMA-FIA-UGT viene exigiendo reiteradamente a las compañías eléctricas que acometan inversiones para modernizar sus centrales de carbón y adaptarlas a las nuevas exigencias medioambientales. Es necesario integrar la producción de energía eléctrica con carbón de forma sostenible, y para ello se requieren instalaciones de generación limpia y eficiente, capaces de generar un alto rendimiento en la producción y que incluyan tecnologías para eliminar los gases nocivos, incluidos los dióxidos de azufre y de nitrógeno.
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