by Andrea Lagna
Europa se hace portavoz de una nueva estrategia energética, dando un amplio espacio a la sostenibilidad ambiental y poniéndose en primera línea en la lucha contra el calentamiento global. El objetivo clave es la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero, gracias a una reducción de la dependencia de los hidrocarburos.Este ambicioso programa lleva consigo una serie de implicaciones políticas, industriales y financiarías.
El eje Berlín-Londres y el nuevo curso de la política energética europea
El reciente Consejo de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (Bruxelles, 8-9 de Marzo) ha promovido y, finalmente, alcanzado un acuerdo vinculante entre los 27 estados miembros sobre la reducción de las emisiones de CO2 y el incremento de las energías renovables. Los cortes en las emisiones serán del 20% respecto a los niveles de 1990, y el uso de fuentes renovables deberá alcanzar el 20% respecto al actual 7%. Con esta situación el elemento más importante será el burden sharing, o sea, la repartición de este 20% comunitario en 27 sub-objetivos nacionales (negociación que se tendrá entre la Comisión Europea y algún estado miembro).La nueva estrategia energética europea, fortalecida ante la toma de conciencia de la actual situación ambiental, se encuadra en el ámbito del European Climate Change Program (ECCP, 2000, puesto al día en 2005). El objetivo principal del ECCP es el de identificar y desarrollar todos los elementos necesarios útiles para implementar el protocolo de Kyoto en el ámbito de una estrategia europea (véase con este propósito el European Union Emission Trading Scheme).
El ECCP, por lo tanto, reúne a los Gobiernos europeos, a los stakeholders y también a los representantes de los mayores grupos industriales y ambientalistas. Son dos las temáticas generales a partir de las que nace y se desarrolla la nueva estrategia energética europea:·
Cambio climático·
Sistema económico de bajo uso de carbón fósil (low-carbon economy)
El cambio climático hace referencia a la variación en el tiempo del clima terrestre (que se mide sobre una escala global o macro-regional, a intervalos expresados en decenas y hasta millones de años). Las causas de la mutación climática se localizan en los procesos internos del ecosistema terrestre, en las fuerzas exógenas como la intensidad de la luz solar, y para terminar, en la actividad humana y en la excesiva producción de gases invernadero (sobre todo CO2 procedente de la combustión de fuentes energéticas agotables, como el petróleo, carbón, gas natural, que a diferencia de las renovables, se regeneran a lo largo de miles de años). Este último es el aspecto sobre el que se centra la atención de las actuales políticas energéticas y ambientales. La opinión compartida de la comunidad internacional es que el cambio climático presenta consecuencias dramáticas para la Tierra, revelando futuros escenarios insostenibles.
El principal organismo propuesto para el estudio de esta cuestión es el Intergovernamental Panelon Climate Change (IPCC), estructura fundada en 1988 dentro del United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCCC).Según la Unión Europea (véase la European Strategy for Sustainable, Competitive and Secure Energy, del 8 de Marzo del 2006, y el Energy for a Changing World, del 10 de Enero de 2007), el futuro energético europeo está orientado hacia una economía de bajo consumo de carbón fósil. Estos son los parámetros principales:· Un corte de al menos del 20% de las emisiones de CO2 antes del 2020 (cifra que subiría al 30% si otras potencias mundiales se sometieran a un régimen de sostenibilidad ambiental, sobre todo USA y China)·
Mejora de las relaciones con los principales partners energéticos·
Desarrollo de un plan estratégico para la investigación y el desarrollo de tecnología eco-compatible (energía renovable, construcciones con ahorro energético, yacimientos nucleares de 4ª generación, etc.)· Un partnershipentre África y Europa para el desarrollo de energías low-carbon en el continente africanoMientras el debate continúa (el gobierno inglés y alemán especulan sobre los respectivos programas de ahorro energético), no hay duda de que la transición hacia un sistema económico basado en la baja utilización de carbón fósil tendrá un impacto importante (pero todavía no está suficientemente valorado) sobre la economía y las relaciones internacionales.
Implicaciones de la nueva estrategia.
Esto ha supuesto algunas revisiones que han dado a Paris, en medio de un ambiente de protestas por parte de Austria e Irlanda, la posibilidad de usar la energía nuclear como contribución sustancial para la reducción de CO2 (con este propósito la cuestión de los residuos procedentes de las centrales nucleares se queda en el aire).
El carácter vinculante del reciente acuerdo contribuye a proyectar la imagen de una Europa potente en las estrategias energéticas del futuro. Sin embargo, son muchas las cuestiones todavía sin tratar, sobre todo las dificultades a las que hará frente la nueva estrategia (costes efectivos, diferentes necesidades nacionales, restructuración de los sectores, etc.). En pocas palabras, ahora que los objetivos ambientales se han fijado en líneas generales, es necesario entrar en la parte específica de la cuestión, sobre todo desarrollando resultados concretos y efectivos sobre el plano práctico. La mayor dificultad en este sentido se encuentra ala hora de combinar eficiencia económica en términos de competitividad sobre el mercado global, con los nuevos parámetros ecológicos. Con este propósito es importante subrayar, dejando de lado el debate ético sobre la sostenibilidad ambiental, la forma en la que una estrategia de reducción de las emisiones de gases invernadero debe desarrollarse al mismo tiempo que una política económica atenta y equilibrada (sobre todo a nivel internacional).
Obviamente Europa deberá enfrentarse en el escenario mundial. Está muy generalizada la opinión de que habrá un aumento efectivo de los consumos energéticos, y de que sobre todo las fuentes fósiles asumirán un mayor incremento de su uso a causa de las ventajas todavía evidentes que las hacen más competitivas (transporte más sencillo, tecnología de uso madura). Sin embargo, una presunta escasez de los recursos (véase el debate sobre el llamado oil peak), y sobre todo regímenes internacionales de baja emisión de CO2, podrán representar un bloqueo eficaz en el uso de estas fuentes. La demanda energética no satisfecha de los hidrocarburos, por lo tanto, concederá un espacio a las fuentes renovables, dando al sector una concentración alta de inversiones. Aun así, existen dos complicaciones todavía más importantes.La primera dificultad es intrínseca a la naturaleza de las fuentes renovables y a la investigación y desarrollo que será empleado con este propósito.
De todas formas, es necesario tener presente que las fuentes renovables (biomasas, hidroeléctrico, geotérmico, eólico, solar) están caracterizadas por una densidad energética baja, una tecnología en estado de desarrollo, y por lo tanto no representan todavía un aspecto definido entre la opinión pública.La segunda dificultad es relativa al contexto mundial y a la geopolítica de los recursos energéticos. Con este propósito será fundamental el uso de la diplomacia europea y las ventajas absolutas y relativas que los distintos actores (sobre todo USA, China y Rusia) obtendrán tras participar en un régimen ecológico internacional (por ejemplo las futuras implementaciones del Kyoto Protocol to the United Nations Framework Convention on Climate Change)
Europa está intentando imponer un nuevo giro a la política mundial mirando a la sostenibilidad ambiental y a la economía del conocimiento, un acercamiento multilateral a la seguridad global. Mientras la opinión común concede una importancia especial al aspecto ético-nacional de la cuestión, hay que reconducir los movimientos europeos (principalmente de Berlín y Londres) a un plano pragmático.La estrategia energética europea tiene frente a sí la obligación, impuesta por las tendencias geopolíticas, de diversificar sus propias fuentes de abastecimiento. El empeño moral y la toma de conciencia ambiental aparecen como un terreno fértil sobre el que es posible llevar a las grandes potencias al enfrentamiento y al diálogo mundial. Un refuerzo del Protocolo de Kyoto (y quizás la participación de USA y China) representaría un éxito importante para la democracia europea. Para esto es necesario controlar constantemente la cuestión, sobre todo con vistas a la próxima cumbre del G8 prevista para el próximo mes de Mayo.Las dificultades a las que se enfrenta Europa son muchas, ya sea sobre el plano interno (costes efectivos del “giro verde”, diferentes exigencias nacionales, cuestiones de la liberación del mercado energético, etc.), que a nivel internacional (desenganche del monopolio Gazprom- Rusia). Lo que parece intuirse es el tentativo europeo de empujar la política mundial a medio plazo hacia la formación de un régimen internacional ampliamente compartido, mediante el que gestionar las dinámicas ambientales. No está claro todavía si la UE posee las capacidades materiales reales para desarrollar este régimen .
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