by Ignacio Conde
Cuando en Europa sólo un 15 % de los ciudadanos apoya el uso de la energía nuclear, va James Lovelock y dice que el desarrollo sostenible es imposible porque ya no podemos desarrollarnos más, y que la única medicina eficaz para nuestro planeta enfermo es la energía nuclear hasta que esté disponible la energía de fusión.
Las razón que esgrime el padre del ecologismo moderno es, principalmente, que somos una civilización eminentemente urbana, por lo que todo lo que necesitamos para vivir es comida y electricidad, y que, ante la actual dependencia del petróleo y del gas natural, sólo la energía nuclear nos permite cubrir esas necesidades sin emitir dióxido de carbono y de una forma segura y barata.
Cada uno defiende sus teorías como quiere, claro, por lo que nada dice el autor de la Hipótesis Gaia sobre el problemazo de los residuos radiactivos que nadie sabe cómo solucionar, ni de la tremenda gravedad de cualquier posible accidente como el ocurrido en Chernóbil.
Me extraña que James Lovelock se olvide de los avances reales que las energías renovables han alcanzado en los últimos tiempos, tantos, que estamos en disposición de orientar la política energética europea hacia una paulatina sustitución del empleo de los combustibles fósiles por ellas. En ese sentido, es cierto que las centrales nucleares no emiten apenas contaminantes a la atmósfera, pero es evidente que tampoco lo hacen las energías eólica o solar; y tampoco cuela eso de que estamos ante la energía más barata. No señor, desde que se extrae el mineral, se enriquece, se procesa el combustible, hasta que se desmantela la central nuclear la inversión es elevadísima, no nos engañemos.
El científico británico considera que la mayoría de los ecologistas están miopes y por ese motivo ponen obstáculos a la solución que él propone, pero... ¿cuántas centrales habría que construir y en cuanto tiempo? ¿de dónde saldría todo el uranio necesario o utilizaríamos plutonio? ¿cómo gestionaríamos la inmensa cantidad de residuos radiactivos producidos?
Visto lo visto, no nos queda más remedio que ser realistas y asumir la situación que hemos creado: del total de la energía que consumimos, aproximadamente un 40 % se destina al transporte, ahí está el problema del efecto invernadero. Para solucionarlo o, mejor dicho, para intentarlo, tenemos que ser capaces en los próximos años de sustituir los motores de combustión por motores que se alimenten de otras fuentes como el hidrógeno.
Hoy por hoy, casi todos somos conscientes del peligro que suponen las emisiones de CO2 para el equilibrio del planeta y de la necesidad de hacer una transición hacia otros modelos energéticos sostenibles, pero el tiempo se acaba y ni los mayores expertos mundiales se ponen de acuerdo.
Y es que es inevitable que cambiemos nuestros modos de vida actuales, sin eso, nos quedan dos telediarios... XORNAL
Las razón que esgrime el padre del ecologismo moderno es, principalmente, que somos una civilización eminentemente urbana, por lo que todo lo que necesitamos para vivir es comida y electricidad, y que, ante la actual dependencia del petróleo y del gas natural, sólo la energía nuclear nos permite cubrir esas necesidades sin emitir dióxido de carbono y de una forma segura y barata.
Cada uno defiende sus teorías como quiere, claro, por lo que nada dice el autor de la Hipótesis Gaia sobre el problemazo de los residuos radiactivos que nadie sabe cómo solucionar, ni de la tremenda gravedad de cualquier posible accidente como el ocurrido en Chernóbil.
Me extraña que James Lovelock se olvide de los avances reales que las energías renovables han alcanzado en los últimos tiempos, tantos, que estamos en disposición de orientar la política energética europea hacia una paulatina sustitución del empleo de los combustibles fósiles por ellas. En ese sentido, es cierto que las centrales nucleares no emiten apenas contaminantes a la atmósfera, pero es evidente que tampoco lo hacen las energías eólica o solar; y tampoco cuela eso de que estamos ante la energía más barata. No señor, desde que se extrae el mineral, se enriquece, se procesa el combustible, hasta que se desmantela la central nuclear la inversión es elevadísima, no nos engañemos.
El científico británico considera que la mayoría de los ecologistas están miopes y por ese motivo ponen obstáculos a la solución que él propone, pero... ¿cuántas centrales habría que construir y en cuanto tiempo? ¿de dónde saldría todo el uranio necesario o utilizaríamos plutonio? ¿cómo gestionaríamos la inmensa cantidad de residuos radiactivos producidos?
Visto lo visto, no nos queda más remedio que ser realistas y asumir la situación que hemos creado: del total de la energía que consumimos, aproximadamente un 40 % se destina al transporte, ahí está el problema del efecto invernadero. Para solucionarlo o, mejor dicho, para intentarlo, tenemos que ser capaces en los próximos años de sustituir los motores de combustión por motores que se alimenten de otras fuentes como el hidrógeno.
Hoy por hoy, casi todos somos conscientes del peligro que suponen las emisiones de CO2 para el equilibrio del planeta y de la necesidad de hacer una transición hacia otros modelos energéticos sostenibles, pero el tiempo se acaba y ni los mayores expertos mundiales se ponen de acuerdo.
Y es que es inevitable que cambiemos nuestros modos de vida actuales, sin eso, nos quedan dos telediarios... XORNAL
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