by Pedro Sohor
Cada vez que Chile adquiere armas se suele decir que otro uso, en el ámbito civil, pudieron tener los fondos destinados a fines bélicos. La decena de aviones F-16 adquiridos en Estados Unidos, por ejemplo, costó más de 600 millones de dólares. Resulta, sin embargo, que el país despilfarra una cantidad equivalente y muy superior por una pobre gestión de los recursos energéticos. El Programa País de Eficiencia Energética (PPEE), de tardía formación y que viene de cumplir su primer año, calcula que si Chile logra un ahorro anual de 1,5% en el consumo de energía, deja de gastar 667 millones de dólares.
La liga nacional del gasto energético la encabeza el transporte, con el 36% del consumo. Eso es natural en un país que ha postergado los ferrocarriles en beneficio de los camiones y en el que, en el ámbito particular, los automóviles han ganado importancia frente al transporte público.
Es mucho lo que el Estado puede hacer, comenzando por mejorar las prestaciones de los trenes. También puede aplicar estímulos de acuerdo al consumo energético de los vehículos. ¿Por qué cobrar lo mismo a una moto que a una pesada camioneta 4x4 por circular por las carreteras concesionadas? En muchos casos, ambos vehículos brindan la misma prestación: transportan a una sola persona. Lo lógico, desde un punto de vista ambiental y de ahorro energético, es crear categorías y que cada una pague según las externalidades que genera. Esto es, por sus emisiones de CO2 y el consumo de combustible.
La Unión Europea debate medidas para reducir en un 20% las emisiones de gases de los automóviles. En la actualidad, el promedio de emisión de CO2 expelido por los autos del Viejo Continente es de 162 gramos por kilómetro, pero hay algunos sport utility vehicles (SUV) que emiten más de 400 gramos por kilómetro. Las autoridades quieren que para el 2012 el rendimiento sea inferior a 120 gramos por kilómetro, y para el 2020 la meta es de 80 gramos. Dicho sea de paso, no está distante el día en que se apliquen restricciones a los vuelos comerciales. Este mes en el planeta se alcanzará el récord de 2,5 millones de despegues.
En la actualidad, los aviones contribuyen con el 2% del total de las emisiones. Pero exhalar gases a gran altura causa un daño mucho mayor que hacerlo en tierra. Una tonelada de gases equivale a 2,5 si es arrojada a miles de metros sobre el nivel del mar. Y, de seguir la expansión de los viajes aéreos, se pasará de las 610 millones de toneladas actuales a más del doble en el 2025.
En segundo lugar, entre los gastadores de energía criollos están los hogares o lo que se denomina el rubro residencial, que acapara 23% del consumo. En las casas, casi dos tercios del insumo energético son absorbidos por dos necesidades. La primera es bastante obvia: las ampolletas, que tragan 27% del consumo de un hogar promedio. Aquí se pueden hacer ahorros enormes, pues la ampolleta incandescente, con el clásico filamento, calefacciona más de lo que ilumina: 85% de la electricidad que utiliza se esfuma y sólo el 15% se convierte en luz.
Esto es fácil de corregir: los europeos se proponen reemplazar todas sus ampolletas incandescentes por las de bajo consumo, algo que deberíamos imitar a la brevedad posible. Pero el rey de la casa en lo que toca a tragar fluido eléctrico es el refrigerador, que se lleva casi un tercio del consumo. Por eso, la próxima vez que compre uno exija ver primero los índices de gasto energético.
El PPEE dispone de una escala que va de la A a la G, y la diferencia entre uno de categoría A y otro de la G –que es el más derrochador– puede ser de hasta la mitad. Tanto en el caso de las ampolletas como los refrigeradores se aplica eso de que lo barato cuesta caro. Los productos que ahorran energía son más caros al momento de la compra, pero si el cálculo se hace sobre su ciclo de vida resultan más baratos. En el caso del ahorro energético, todos ganan. Lo hace el consumidor, porque paga menos; gana el país, porque baja su gasto en combustibles, y todos se benefician por la menor contaminación.
Sostenibilidad y
Tecnologia
1 Comment:
La generación eléctrica a partir del viento es ya una realidad en el pais. Chile tiene un potencial muy grande para este tipo de aplicaciones, y está disponible la tecnología para aplicaciones domésticas e industriales. Mas información en; Enerkon
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