Todavía en la recepción, pegadas sobre una vitrina de madera, varias fotocopias repasan la evolución del consumo energético del negocio en los últimos meses: agua, luz, combustible... "Nos lo revisan absolutamente todo, y siempre estamos pensando en incluir detalles", comentan Antonio Basallote y Ana Ariza, que asumen la dirección del alojamiento.
El proyecto del Fuerte Conil se concibió desde su primer trazo como un hotel integrado en la playa de La Fontanilla, que liderara la gama de productos Ecofriendly -o "amistosos con la ecología"-, de la cadena andaluza. "Era una premisa de trabajo y una estrategia de negocio", explica Joaquín Pineda, director de Calidad y Desarrollo Sostenible, a un grupo de estudiantes de Ciencias Ambientales de la Universidad de Cádiz que comprueba, sobre el terreno, cómo funciona el hotel.
En 1997, un estudio bioclimático de la zona sirvió a los arquitectos para diseñar un edificio "poco consumidor". La planta tiene forma de letra U y encara la costa para ofrecer al cliente vistas al mar aunque algo perpendicular, a fin de resguardar las zonas comunes del levante. El edificio se levanta en dos plantas para minimizar el impacto visual de sus 250 habitaciones, y está recorrido por un entramado de patios que permiten la ventilación natural de las estancias. También los suelos de barro aprovechan la inercia térmica en una zona especialmente calurosa.
En jardines y piscinas, sensores crepusculares miden la luminosidad para determinar cuándo han de encender las farolas. En la decoración mandan mimbres y maderas, más confortables que otros materiales, y "la vegetación sembrada es autóctona, de bajo porte y mínima demanda de agua", enumera Joaquín Pineda.
La gestión energética y el ahorro del consumo son "responsabilidades" de los gestores del Fuerte Conil, casi tanto como las cuestiones comerciales, el mantenimiento de las instalaciones o la atención a clientes y empleados. Pineda explica que, tras años de trabajo, ve "difícil" reducir los alrededor de 15 kilovatios por hora en los que se sitúa el gasto medio de cada uno de los clientes, pese a la intervención del Robot, un sistema informático que controla ininterrumpidamente el consumo del negocio y evita costosos picos de demanda. "El equipo revisa constantemente la demanda de cada una de las partes del hotel, y va estableciendo prioridades. Si, por ejemplo, en un día caluroso, con el hotel lleno de clientes y a una hora de mucha actividad, se dispara el consumo, el Robot establece de qué puede prescindir: apaga la climatización de un salón, o regula las cámaras frigoríficas, por ejemplo; siempre sin afectar el bienestar del cliente", detalla el técnico responsable de este sistema, generalizado en los hoteles modernos.
Las habitaciones del Fuerte tienen equipamientos cuyo uso es común hoy en la hostelería, como las cisternas de doble pulsado o las llaves-tarjeta que activan y desactivan el fluido eléctrico. Ahora se preparan dosificadores de jabón en los baños para disminuir los residuos de los envases.
Una tecnología más novedosa en los dormitorios son los sensores en las puertas, que en caso de apertura desconectan la climatización, un recurso que es responsable del 70 por ciento del consumo de energía derivada del gasóleo en el hotel. Pineda recuerda que "en su día hubo que descartar el propano porque no era rentable traer la instalación hasta esta zona de Conil". "Quizás se pueda pensar en el uso futuro de otros combustibles ecológicos, aunque aún tendremos que estudiar si las máquinas lo admitirían", responde a un universitario que le cuestiona acerca de la posibilidad de usar biodiesel en el edificio.
Durante la puesta en marcha del negocio también se descartó la energía eólica, "por el impacto visual de estos equipos", y la inversión en energía renovable se centró en la instalación de 200 metros cuadrados de paneles solares, que hoy generan el 30 por ciento de la demanda de combustible.
El manual de gestión ambiental, casi "una Biblia" para la plantilla del Fuerte, también determina la separación de residuos para el reciclaje (vidrio, plástico, papel y aluminio), y el empleo de un recinto de residuos peligrosos y de una planta de prensado de basuras comprada hace sólo unos años, que amplía los plazos de retirada.
Las instalaciones se complementan con actividades para clientes, empleados y otros colectivos sociales, dentro de una amplia estrategia de integración en la sociedad y también de posicionamiento en el mercado. Junto al patio central del hotel hay un huerto ecológico en el que se organizan cursos para los huéspedes, siembras y recogidas, y una pequeña planta de compostaje, pionera en los hoteles del país, en la que se reciclan de forma natural los residuos vegetales para, posteriormente, abonar el huerto.
¿Es rentable una estrategia de gestión ambiental que consume tantos recursos? El responsable de calidad y desarrollo sostenible de Fuerte no lo duda: "Primero, es un factor de diferenciación en el mercado, una cuestión de posicionamiento de esta firma, en una sociedad cada vez más preocupada por el medio. Además nosotros nos marcamos continuamente metas de consumo de agua, luz, combustible... Esa ambición nos dirige, si somos constantes, a un notable ahorro económico".
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