LOS MINISTROS de Relaciones Exteriores de las Américas están reunidos en Panamá en la XXXVII Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), para abordar un tema crucial en la agenda hemisférica del siglo XXI: La Energía para el Desarrollo Sostenible.
Siendo la OEA un foro donde se discuten los principales problemas que afectan a la región, no puede permanecer pasiva ante la permanente fluctuación de los precios de los combustibles fósiles, la preocupación por su durabilidad y el vínculo existente entre su uso y el impacto sobre el medio ambiente a través de la contaminación y el cambio climático. Tampoco puede ignorar que el tema energético ha impulsado a los líderes de nuestra región a centrar su atención en esta materia y a promover acciones tendientes a asegurar un manejo sostenible y sustentable de la cuestión energética. Así lo evidencian, entre otros destacados eventos, la visita que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, efectuó en marzo último a la República Federativa del Brasil, a su par Luiz Inácio Lula Da Silva, y en la que ambos establecieron una alianza en el ámbito de los biocombustibles; así como la Cumbre Energética que los mandatarios de los países de América del Sur realizaron en Isla Margarita, el pasado 17 de abril, donde el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, propuso la instalación de 13 refinerías en distintos países sudamericanos.
El desarrollo económico y social conlleva un consecuente aumento de la demanda energética, lo que requiere que los países importadores verifiquen permanentemente sus opciones y diversifiquen sus fuentes de suministro. Conscientes de esta realidad, como también del desequilibrio existente entre la oferta y la demanda de energía, desde hace varias décadas los gobiernos de la región han venido estableciendo acuerdos de integración energética bajo diversos formatos. Esto, porque aun siendo América Latina una zona rica en petróleo, gas e hidroelectricidad; los desafíos son complejos e inmediatos, fundamentalmente en América Central y el Caribe, donde este recurso es altamente deficitario.
Según estudios de CEPAL que comparan la intensidad energética de América Latina y el Caribe con la de países de la OCDE, nuestros países no han logrado separar el consumo energético del crecimiento económico, mientras que los países de la OCDE lograron reducir la intensidad energética en un 24% durante el periodo 1980-2004. Es claro, en consecuencia, que en América Latina y el Caribe tenemos mucho por hacer aún en este terreno. Y es ésta una tarea a la que deben abocarse los gobiernos y el sector privado. Si agregamos que, según datos del BID, la demanda de energía de América Latina habrá aumentado en 76% el 2030 y que la capacidad de generación eléctrica necesitará aumentar un 144% para satisfacerla, se concluye que el reto para nuestros países sera asegurar la promoción de políticas energéticas sostenibles a medida que, como todos esperamos, nuestra población salga de la pobreza.
América del Sur, Central, México y el Caribe disponen en total del 9, 7% de las reservas probadas de petróleo, y aportan el 13, 8% de la producción mundial, cifra que se compara positivamente con su participación en el consumo, que es del 8, 1%. La situación en cuanto a reservas convencionales a nivel mundial es muy favorable, pues su 9, 7% se compara con un 2, 5% de América del Norte (excluido México), un 9, 3% de África, un 8% de Europa del Este, un 4% de Asia y 1, 6% de Europa Occidental.
En cuanto al gas, la situación no es tan notable, pues la región dispone del 4, 1% de las reservas probadas. En hidroelectricidad, en cambio, consume el 22, 2% del total mundial, lo que la hace la región más rica de la Tierra en este recurso. Su desarrollo de la energía nuclear es incipiente, no alcanzando a producir el 1% del total mundial. No obstante, esta situación aparentemente tan favorable puede ser realmente precaria. La manifestación más preocupante de ello se verifica en el plano del petróleo, donde existen varios países que siendo en la actualidad grandes productores, registran amenazas, graves e inminentes, sobre la eficiencia de sus industrias, sus niveles de exploración, explotación, refinación y distribución. En este sentido, en América Latina los mayores actores productivos, mucho más que las trasnacionales privadas, son las grandes empresas estatales, cuyo rol en la última década se ha visto fortalecido. Sin embargo, la situación de ellas es muy variada, registrándose algunas que tienen altos niveles de eficiencia, y otras que llegan a constituirse en un grave escollo para el desarrollo del sector.
La creciente preocupación vinculada a la relación entre las emisiones de combustibles fósiles y el cambio climático, junto con los crecientes costos y la inestabilidad de los precios de estos combustibles, han dado por resultado un mayor interés en el potencial que presenta el uso de tecnologías y sistemas de energía renovable y eficiencia energética. La energía renovable, especialmente la hidráulica, ha sido una de las principales fuentes energéticas en las Américas por muchos años. Pero el continente americano presenta una amplia variedad de fuentes de energía renovable -solar, eólica, geotérmica, mareomotriz y biomasa- que pueden ser convertidas en energía limpia, en forma de electricidad o combustibles líquidos (etanol y biodiesel) para el transporte.
La eficiencia energética no significa privarse de energía, sino mejorar la productividad de nuestros patrones de consumo mediante tecnologías de generación avanzadas y eficientes, maquinarias, vehículos y electrodomésticos más eficientes y la reducción del derroche. Ello nos permitirá, entre otros destacados objetivos, atender la necesidad básica de los 50 millones de personas en nuestro continente que aún no cuentan con un suministro confiable de electricidad.
En este contexto, la XXXVII Asamblea General de la OEA aprobará medidas tendientes a abordar esta problemática con un espíritu de solidaridad, y en base a un intercambio de conocimientos y a la transferencia de tecnología que, en muchas ocasiones, tiene su origen y desarrollo en nuestra propia región.
SECRETARIO GENERAL DE LA OEA
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