Jorge Xiberta Bernat, director del departamento de Energía de la Universidad de Oviedo, habla en su despacho de la Escuela Superior de Ingenieros de Minas, rodeado por los informes y apuntes de las últimas conferencias que ha pronunciado en Oviedo, Barcelona y Madrid sobre las transformaciones tecnológicas y estratégicas que se avecinan en el muy complejo escenario de la energía. En esta entrevista analiza desde la óptica académica tales cambios y sus posibles reflejos en Asturias.
-Ha dicho en una de sus intervenciones públicas recientes que la regasificadora de Gijón será muy importante a medio y largo plazo. Arguméntelo.
-En España el 60 por ciento del gas llega por mar. Así que todo lo que sea tener un nuevo sitio para regasificar es interesante. Y no es tanto que sea absolutamente necesario para el consumo interno, para las nuevas centrales de ciclo combinado de aquí, sino para el conjunto del país. En estos momentos la dependencia del gas natural está centrada en las conducciones que llegan desde Rusia y Argelia. Los rusos ya cerraron la espita varias veces y Europa quedó unos días sin energía, y últimamente había una preocupación adicional porque se habían reunido rusos y argelinos, dando la impresión de que podían cerrar por arriba y por abajo. Una manera de salirse de esto es recibir el gas natural por vía marítima. Que España tenga varias plantas de regasificación es muy interesante.
-¿Da a entender que la vigente apuesta por el gas implica severos riesgos para la garantía de suministro energético?
-En su momento hubo la crisis del petróleo, después vino de la energía nuclear, que no proliferó como se esperaba, y ahora podríamos estar ante el riesgo de que se produzca la del gas. Con una dependencia tan grande de un combustible que no tenemos puede producirse una situación semejante a la de los años setenta con el crudo.
-Hay quien habla de riesgo de «cartelización», de que los productores de gas natural opten por amañar la producción y los precios como hace la OPEP con el petróleo.
-Si no de iure, de facto el mercado ya está cartelizado, porque el gas va paralelo al petróleo. Y es un mercado en muy pocas manos y a menudo en las de países inestables. Como decía, Europa depende de Rusia y de Argelia. Ya hemos visto los acontecimientos de Rusia en los últimos días. Es para preocuparse.
-¿Qué papel le toca al carbón en este siglo?
-El carbón sigue siendo el rey carbón. Frente a las otras energías, no tiene la problemática de estar en muy pocas manos o bajo el control de estados geopolíticamente problemáticos. Está extendido en todo el mundo y es abundante, por ejemplo, en Australia y Estados Unidos. Y del carbón conocemos toda su problemática. Podríamos quemarlo y secuestrar todos los elementos que salen por la chimenea y no son deseados. Sabemos lo que eso cuesta y se está trabajando en ello. No es sólo el CO2. Por las chimeneas salen todos los elementos de la tabla periódica.
-Kioto aprieta al carbón y se impone el uso de esas tecnologías limpias. ¿Las hay ya que además de eficientes tengan un coste razonable?
-En este momento ya es asumible. En el mar del Norte ya existe una central que lleva sus emisiones de CO2 a un pozo de petróleo, con lo que secuestra el gas y además logra extraer más crudo. Es un proceso absolutamente rentable. En Estados Unidos hace tiempo que también se hace mediante conducciones y pozos petrolíferos. Cuando no los tenemos siempre existe la posibilidad de secuestrarlo en instalaciones geológicas o en el mar.
-España ha abogado por una política energética que prima el uso eléctrico del gas y las energías renovables, ¿debe virar hacia el carbón?
-En principio, las energías renovables tienen sus limitaciones, pero hay que aprovechar todo lo que se pueda. De hecho, el plan 2005-2010 del Gobierno va en la buena dirección para impulsar esas energías. En el asunto del carbón y gas natural entiendo que debería apostarse más por el primero con las nuevas tecnologías, más eficientes, y pensando ya en el secuestro de CO2. Con el gas natural tenemos los problemas geopolíticos que antes comentamos. El «mix» («combinación») de fuentes energéticas debería mirar más hacia el carbón que al gas.
-En las agendas de los gobiernos, incluidos los europeos, está rearmar el debate de la energía nuclear...
-La diferencia entre la generación nuclear y con carbón es que con la primera sigue habiendo un problema que no hemos podido resolver, el de los residuos. Un problema que implica miles de años y, en consecuencia, no podemos traspasarlo a las generaciones futuras. En el caso del carbón tenemos evaluado todo el ciclo de vida, con todos sus problemas, y disponemos ya de una tecnología para que el vertido sea cero. En la medida en que se active la investigación esto puede ser rentable en los próximos años. Es posible y asequible. En el caso nuclear no lo es. Si tenemos en cuenta que la energía nuclear lleva ya cincuenta años en funcionamiento y el problema de los residuos sigue siendo el mismo que al principio, la diferencia con el carbón es fundamental.
-El Gobierno español cuenta con la nuclear.
-Es necesaria, tiene que mantenerse. Lo que está previsto es lo que se ha hecho en todo el mundo: ampliar el período de vida de las centrales lo que se pueda.
-¿No añade riesgos tal política?
-El parque nuclear español es totalmente seguro. Las centrales españolas están controladas por la Agencia Internacional de la Energía Nuclear y reciben las inspecciones periódicas al respecto, siempre con resultados satisfactorios.
-Buena parte de las las térmicas de carbón son anteriores a 1980...
-Es un parque viejo, está claro. Lo que sí admite es nuevas unidades de purificación; se puede mejorar la eficiencia ambiental. Así, se está trabajando en unidades de desulfuración y queda abierta la puerta en el futuro a otras inversiones para el secuestro del CO2.
-España y Asturias se siembran de molinos de viento...
-Es una energía muy limpia y el recurso, el viento, es gratis. Tiene su inconveniente, que es la discontinuidad. Sin embargo, se ha visto que permite superar el 20 por ciento de aportación a la red eléctrica. Su incorporación ha sido vital. Y está abierta la vía a la eólica marina, que tiene un gran potencial.
-Asturias se ha sumado al auge de la elaboración de biocarburantes con instalaciones en marcha y otras en proyecto. ¿Vislumbra que verdaderamente la mayoría vayamos a circular pronto por las carreteras con un combustible ajeno al petróleo?
-Va a ser una realidad en el horizonte de 2020. A principios de este año un país como Estados Unidos hizo una apuesta clara por los biocarburantes, movido por la problemática geopolítica del petróleo. Allí buscan producir etanol para sustituir a la gasolina, lo que más se consume. Sale caro, porque se hace a partir del azúcar. Lo que intentan como alternativa es conseguir etanol a partir de residuos vegetales y que en seis años sea rentable. Está en juego la estabilidad política.
-Se avecinan, parece, cambios tecnológicos más acelerados que nunca.
-Todos los elementos están ahí. La investigación y el desarrollo ya los tenemos, ahora hay que agilizar el proceso de demostración y pasar al de diseminación.
-¿Hay recursos para ello?
-Después del «Prestige» es importante que se cobre conciencia del problema. ¿Cuánto ha costado el desastre del «Prestige»? Cinco mil millones de euros. ¿Cuánto cuesta el programa «Iter»? Diez mil millones. Con lo que suponen dos «Prestige» se paga toda la investigación mundial del proceso de fusión nuclear.
LNE
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