Cada familia que instala un sistema de energía solar deja de liberar al ambiente un promedio de 1,6 toneladas de dióxido de carbono. Alemania, Israel y España, entre otras naciones, ya la utilizan masivamente para paliar el cambio climático y la contaminación.
El pasado sábado se registraron los peores niveles en la calidad del aire desde 1999. A pesar de los esfuerzos para mitigar el problema, ya van tres preemergencias en mayo y la crisis sigue latente. La contaminación atmosférica se ha transformado en el principal conflicto medioambiental de Santiago, pues afecta directamente la calidad de vida y salud de las personas.
Si bien durante los meses fríos la calidad del aire tiende a empeorar, este año las condiciones climáticas han agudizado el escenario. A la poca ventilación de la cuenca se suma el déficit de precipitaciones que alcanza el 46,1%.
Pero la principal causa de contaminación son los procesos de combustión en la industria, el transporte y la calefacción residencial. Los constantes recortes en el suministro de gas argentino han obligado a un número considerable de fábricas a usar nuevamente petróleo o carbón para hacer frente al desabastecimiento trasandino. A ello se añaden el incremento de la flota de Transantiago para responder a la demanda, las quemas ilegales detectadas en la periferia de la ciudad y el creciente uso de chimeneas residenciales.
Aunque la tendencia mundial es buscar fuentes energéticas limpias, Chile muestra un atraso de 20 años en la materia. Y las cifras lo ratifican: según la Comisión Nacional de Medio Ambiente (Conama) sólo el 2,4% del total de energía utilizada en el país corresponde a energías renovables.
Dentro de las alternativas energéticas, la que cuenta con mayor potencial es la solar. Para quienes piensan que su utilización se limita a las ciudades del norte por su excelente condición climática, se equivocan.
Alemania es el país europeo líder en el uso de energía solar. A pesar que su nivel de radiación es similar al de Coyhaique. En el 2003 se instalaron casi un millón 500 mil metros cuadrados de paneles fotovoltaicos.
Chile
Los actuales sistemas disponibles en Chile utilizan colectores solares que captan el máximo de radiación para transformarla en energía calórica, la que permite contar con agua caliente y calefacción por loza radiante a toda hora.
Implementar sistemas termo solares tiene un costo de un millón 200 mil pesos para una vivienda con cuatro integrantes, y un consumo de agua de 55 litros por persona a 45 grados Celsius.
El costo inicial puede ser elevado, pero a mediano plazo se transforma en un ahorro considerable. El gerente general de Isener, Eduardo Rodríguez, una de las empresas que comercializa estos aparatos (que importa desde Israel), explica que “el retorno de la inversión está por debajo de los cuatro años y el ahorro de lo que esa familia consume en gas es más del 90%”.
Aunque muchos culpan al sector industrial y al transporte de la de contaminación, gran parte viene de los hogares. De hecho, cada familia que instala un sistema de energía solar deja de liberar al ambiente un promedio de 1,6 toneladas de dióxido de carbono. Rodríguez explica que “esto contribuye a la seguridad del hogar, porque no hay contaminación y, por lo tanto, no existe riesgo de envenenamiento ni de explosiones. Tampoco es necesario ventilar todo los días. Y si vives en un edificio te olvidas de los sellos rojos”.
La contaminación del aire afecta principalmente a niños y tercera edad: se estima que en los días con peores niveles muere un cinco por ciento más de ancianos y aumenta el número de infantes con infecciones respiratorias agudas que provocan un alto índice de mortalidad. Más allá de medidas paliativas, la tendencia mundial muestra que es necesario un cambio de mentalidad y una visión a largo plazo si se quiere mejorar, no sólo la calidad del aire, sino la calidad de vida.
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