domingo, diciembre 24, 2006

¿Hasta cuándo tendremos petróleo?



Los más decididamente anti-oro negro piensan que el final de la era del petróleo está al caer. Los más encendidos oilófilos (valga el neologismo tipo Spanglish) consideran, en cambio, que hay petróleo suficiente hasta por lo menos el 2100; dejando así tiempo más que suficiente para el desarrollo de las energías alternativas.
Actualmente la producción petrolera se sitúa en unos 88 millones de barriles/día (b/d). En tanto que el consumo oscila en torno a 82 millones b/d; con un margen muy pequeño de oferta/demanda, que desaparece frecuentemente cuando se realizan operaciones para aumentar las reservas ordinarias o estratégicas.
Márgenes que se estrecharán más en el futuro, pues aunque se acepten las visiones más optimistas, de que la producción en el 2010 podría llegar a 102 millones b/d, para entonces, el impulso de países como China e India, habrá situado la demanda latente muy por encima de esa cifra.
De modo que los precios (ya bordeando hoy los 60 US$/b) irán a más. A lo cual también contribuirán los factores especulativos, la psicosis de ubicuas escaseces energéticas, el temor a golpes terroristas, etc. De todo lo cual se deriva la gran inquietud existente sobre las expectativas de crecimiento de la producción de petróleo; con previsiones que se basan en una serie de tendencias que trataremos de sintetizar:
1) Nuevas áreas de extracción en África Occidental, Caspio/Asia Central, Tailandia, Australia y Alaska. Pero aparte de que ya no hay milagros como los del pasado en Oriente Medio, hay multitud de problemas para los nuevos oleoductos, o constricciones muy serias por la presión de los movimientos ecologistas.
2) Reservas off shore profundas, como las del Golfo de México, donde ha de perforarse hasta profundidades de 5.000 metros, atravesando anchas capas de agua salada y fondos marinos, a costes cada vez más elevados.
3) Recuperación del petróleo que no fue extraído en las zonas de antigua explotación. En ese sentido, se calcula que hasta la Primera Guerra Mundial no se lograba más allá del 10 por 100 de las existencias evaluadas; llegándose actualmente al 30 por 100. Previéndose que con los nuevos métodos (inyección de agua, gas natural, o CO2), podrían recuperarse cantidades hasta el 60-80 por 100 de los recursos inicialmente detectados.
4) Aprovechamiento de grandes formaciones de arenas petrolíferas como las de Canadá, o de esquistos bituminosos al estilo de Venezuela. En el primero de esos escenarios, la explotación de tales recursos ya ha adquirido una dimensión importante, calculándose que hay reservas del orden de 175.000 millones de barriles. Previéndose, a escala mundial, según Exxon-Mobil, unos siete billones de barriles, con los cuales se llegaría al inicio del siglo XXII.
Claro es que esas cifras de nuevas producciones implican costes crecientes, muy por encima de los actuales, que en la revista BusinessWeek se estiman en torno a 14 dólares/barril. Pero con precios como los ya aludidos de 60 dólares, el incentivo está más que servido. Así lo evidencia la voracidad de la industria y el transporte, que tratan de conseguir más y más petróleo a toda costa.
Como está comprobándose estos días en dos casos bien sonados. El primero, la pugna entre China y Japón por hacerse con los recursos de Siberia Oriental, con oleoductos conducentes a puertos en el Océano Pacífico, o bien al área de Pekín.
El otro caso es la grave disputa chino-norteamericana a propósito de las apetencias de la empresa estatal China National Offshore Oil Corporation (CNOOC), que ha hecho una oferta de compra de la sociedad petrolera estadounidense Unocal (con yacimientos de grandes perspectivas en Tailandia e Indonesia), por 18.500 millones de dólares, frente a los 18.000 ofertados por la también norteamericana Chevron.
Todo eso, con un fuerte mar de fondo, de lo cual es expresiva la circunstancia de que el Congreso de EE.UU. se haya pronunciado para impedir la referida venta a los asiáticos. Así las cosas, la mal llamada amenaza china adquiere un nuevo perfil a los ojos de los legisladores de Washington DC. Frente a las contundentes protestas de Pekín, que invoca la legalidad de las reglas de la Organización Mundial de Comercio, para que pueda comprar el que más pague.
En definitiva, la energía va a ser el escenario de una gran batalla. Ya lo está siendo, para garantizar el suministro de recursos básicos, en un contexto de fuerte desarrollo tecnológico y de importantes operaciones M&A. Y todo ello, en un mundo que se debate entre las dramáticas premoniciones en torno al Protocolo de Kioto, y el consumismo más feroz cada día. Un dilema ante el cual –anunciando en breve un próximo artículo sobre la materia—, sólo existe la esperanza de las energías alternativas (eólica, fotovoltáica, biomasa, pila de combustible, fusión nuclear, etc.), que venturosamente tienen un ancho campo por delante.


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