martes, enero 23, 2007

Energía y cambio climático

by EDUARDO LEAMAN (La Vanguardia)

En estos inicios del siglo 21 está por demás comprobado que el desarrollo industrial y tecnológico detonado por la revolución industrial ha generado, además de confort y mejores condiciones de vida, procesos de deterioro que impactan a la biodiversidad y que afectan a todas las especies y el sutil equilibrio ecológico del planeta.

En fecha reciente la ONU realizó un estudio sobre el uso de los energéticos que contribuyen a la contaminación atmosférica que a su vez, genera una cadena de cambios climáticos y desórdenes ecológicos.

El tratado de Kyoto, iniciativa internacional que busca la reducción de los gases de efecto invernadero para propiciar mejores condiciones de vida en los próximos decenios, no ha sido signado por países que afectan significativamente el entorno del planeta.

Países como Estados Unidos que emite altos índices de gases de efecto invernadero y que es de mayor consumo de agua embotellada, lo cual implica un alto consumo de combustible y petróleo, así como gases de cloro y ceniza con metales pesados por el proceso que va desde el embotellamiento y la distribución al consumidor, hasta la incineración de las botellas, no forman parte de este tratado.

Entre los riesgos del calentamiento global están las inundaciones que, a consecuencia de la elevación del nivel del mar, podrían significar una movilización de alrededor 100 millones de personas y causar la extinción del 40 por ciento de las especies animales.

Entre otras, este calentamiento global ha empezado a manifestarse en Siberia, donde especies ven modificado su entorno y violentados sus procesos naturales, ha sido el caso de los osos que interrumpen su hibernación debido a que ya no hay el frío habitual, de los puerco espines que no encuentran sus alimentos naturales y de las liebres blancas, que a la falta de nieve, son presa fácil de los depredadores.

Estas condiciones responden en buena medida al proceso llamado de descongelamiento en las capas de la tierra que reconocemos como permanentemente congeladas y es debido a una concentración de humedad atmosférica proveniente de los trópicos.

Sin embargo pareciera que el término “congelado” es confundido como sinónimo de permanente o inamovible, ya que durante siglos estas regiones se han conservado así, pero cabe notar que en dichas capas de hielo existen restos orgánicos de diferente naturaleza, que toda vez expuestos al sol, generarán contaminantes de toda índole.

Mientras que en Siberia los osos despiertan anticipadamente en busca de alimento en la época menos propicia para encontrarlo y se vuelven depredadores naturales de otras especies, alrededor del mundo se estima que al menos 16 mil 119 especies están en riesgo de extinción, esto incluye a uno de cada tres anfibios, al 25 por ciento de los árboles de coníferas del mundo, a una de cada ocho aves y a uno de cada cuatro mamíferos.

Así gacelas, peces, osos polares, hipopótamos, antílopes, tiburones, reptiles y demás, son algunas de las miles de especies afectadas debido a la falta de compromiso y colaboración de países para la salvaguarda del verdadero patrimonio, la tierra.

Es así que mientras los granos sean destinados para la elaboración de combustibles por encima de la cobertura alimentaria, mientras las leyes de la oferta y la demanda sigan siendo las que definan el curso de las políticas energéticas, mientras que las licitaciones para la explotación comercial en zonas patrimoniales.

Mientras no exista una política sustentable para el control de las emisiones de tóxicos, existirán situaciones que violentan las condiciones de vida humana.

Nosotros, los mexicanos no estamos fuera de este proceso. Paradójicamente México ocupa el segundo lugar mundial en el consumo de agua embotellada. Se estima que cada mexicano consume alrededor de 164 litros por año, es decir, aproximadamente 154 millones de litros anuales.

Esto implica, como en el caso de EU, el destino de un alto volumen de petróleo y combustibles para su embotellamiento, traslado y para el proceso final de eliminación de residuos, ya que una botella plástica que no ha sido incinerada o reprocesada, deberá esperar al menos mil años en biodegradarse.

Los acuerdos internacionales más relevantes en materia de ecología y medio ambiente como el Tratado de Kyoto o el Tratado del Agua, no cuentan con la firma de conformidad de éstos.

Es decir, si bien el esfuerzo y el concilio de la voluntad de algunos países podrán traer cambios significativos en los procesos que afectan el medio ambiente, es preciso que los grandes productores de contaminantes se unan para que estos acuerdos produzcan los resultados esperados.

También es necesario trabajar a nivel regional, a nivel de la construcción de las políticas públicas que inciden directamente en los bienes patrimoniales y en las condiciones de vida de los ciudadanos.

De ahí la necesidad de construir una verdadera legislación en el tema de los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales —DESCA—, que aún hoy, en México, no han sido transferidos al rango constitucional. Además es urgente una reorientación de leyes en materia de explotación, uso y manejo de los recursos energéticos. Es momento de respetar la biodiversidad y al patrimonio tangible.

Es importante no dejar pasar la oportunidad para trabajar de manera coordinada gobierno, ciudadanía e iniciativa privada en acciones que busquen un verdadero desarrollo sostenible, sensibilizar a todos sobre la importancia de construir nuevas y pertinentes formas de convivencia para mantener viva la razón que da sentido a toda construcción y desarrollo posible, el mundo en que vivimos.
vanguardia.com.mx

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