jueves, marzo 08, 2007

Los biocombustibles: Falsas soluciones que ahondan los problemas

La UE se ha comprometido (1) a la reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero (CO2). Para ello ha tomado medidas de política energética que promueven un aumento significativo del uso de biocombustibles en el transporte, desarrollando una intensa campaña publicitaria para presentar los biocombustibles como alternativas ambientalmente sostenibles que ayudarían a combatir el cambio climático.

Las organizaciones y colectivos sociales abajo firmantes, ante los proyectos de producción a gran escala de los biocombustibles para así “intentar satisfacer sustentablemente” el consumo desmedido de gasolina y gasoil con destino al transporte, y contribuir con ello a la mitigación del cambio climático, manifestamos públicamente nuestras resistencias a la importación de la materia prima para la producción de biocombustibles y a la importación de biocombustibles producidos en los países del sur.

La UE, en su reciente plan energético, promueve el uso de biocombustibles (2) para el transporte y la producción de energía, sin priorizar la reducción del consumo ni la mejora de la eficiencia energética. Implica la mezcla (3) con la gasolina y con el gasoil del bioetanol y del biodiesel respectivamente, obtenidos estos de la caña de azúcar, remolacha y cereales (maíz principalmente), palma aceitera y semillas oleaginosas (soja, girasol,..). Alcanzar los umbrales de sustitución señalados significará una demanda masiva de biocombustibles que la UE no podrá producir (4). Por ello, gran parte de la materia prima necesaria para la producción del biocombustible provendrá de monocultivos de los países del sur, causa de despoblamiento rural y deforestación y engranándose su producción en el modelo agroindustrial que sienta sus bases en un productivismo sin límites.

Ello tendrá consecuencias medioambientales y sociales que no se están teniendo en cuenta a la hora de adoptar estas estratégicas decisiones. Entre ellas, señalamos las siguientes:

Su modelo de producción se basa en el uso de grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas, requiere de considerables extensiones de tierra, alta mecanización, aportes externos de capital que deben ser reembolsados, además de propiciar la completa subordinación de las comunidades locales campesinas e indígenas a los intereses económicos de las corporaciones energéticas y agroindustriales.

La expansión de las fronteras agrícolas que su poducción conlleva –nuevas roturaciones de superficies de cultivo- implican deforestaciones, contaminación y degradación de suelos, contaminación y agotamiento de acuíferos y erosión - pérdida de la diversidad genética (biodiversidad).

La utilización en su cultivo de semillas transgénicas (5) y el uso abusivo de agua, herbicidas y demás agrotóxicos, afecta significativamente a la salud humana y animal.

La pérdida por los campesinos del control sobre la producción, dependiendo permanentemente de tecnologías e insumos externos al territorio donde se producen.

Más conflictos por la tierra (6) necesaria para su producción, más desempleo, el empobrecimiento y desalojo de la población rural y el consecuente desplazamiento de los campesinos empobrecidos a las periferias de las grandes ciudades (migración de la población rural).

El aumento de los precios de los alimentos (¡la etanoinflación de Mexico!) y reducción de la soberanía alimentaria.

La construcción de infraestructuras (represas, hidrovías, puertos y carreteras) orientadas a facilitar la exportación de las materias primas (no así el desarrollo endógeno) con los consiguientes impactos sobre el medio ambiente.

La reducción de la superficie agrícola dedicada a la producción de alimentos, socavando la soberanía y la seguridad alimentaria local e internacional y provocando escasez de alimentos.

Estas consecuencias o no son tenidas en cuenta o son subestimadas por los políticos y burócratas de la UE (Bruselas) cuando diseñan, a instancias de las grandes corporaciones de la energía y el agrobussines, las políticas que promueven la importación masiva de biocombustibles de los países del Sur.

Cínicamente, la UE proclama que la producción de biocombustibles promoverá el desarrollo rural, creando ingresos y empleos para los campesinos en los países productores.

Los biocombustibles producidos a partir de los (mono) cultivos energéticos son presentados ante la sociedad como la alternativa energética renovable que reducirá las emisiones de CO2, que aminorará la factura del petróleo y que a su vez generará desarrollo y empleos, especialmente en las zonas rurales. Sin embargo, los cultivos energéticos tal y como se contempla su producción e industrialización son una nueva falacia, utilizando el discurso medioambiental para seguir perpetuando el modelo desarrollista (7) que tantos quebraderos de cabeza esta creando en la sociedad, especialmente a los personas que mas lo sufren, las dos terceras partes de la humanidad.

Y es por ello que exigimos la abolición de los objetivos obligatorios establecidos por la UE para los biocombustibles y cambios en los objetivos para reducir el consumo de energía y promover fuentes genuinas de energía sustentable en la UE, así como la derogación de las ayudas públicas (8) al fomento de los monocultivos industriales para la producción de biocombustibles y la supresión inmediata de todos los subsidios y otras formas de apoyo desigual a la importación y exportación de biocombustibles.

Por el contrario, los esfuerzos deberían centrase en una reducción drástica del consumo energético y en el apoyo a energías renovables verdaderamente sustentable.

Las políticas de promoción de los biocombustibles no se plantean cambiar el modelo de producción insostenible de energía destinada a un consumo insostenible y no harán más que agregar nuevos problemas y profundizar los ya existentes. Su peor pecado es que se disfrazan de solución (9).

La solución al problema del cambio climático generado por los países del Norte no puede pasar por la creación de nuevos problemas, tanto en el Norte como en el Sur.

Asturias tiene su cuota de responsabilidad en detener esta grave amenaza que avanza rápidamente impulsada, más que por representar una alternativa sostenible, por ser un negocio y estar basada en la especulación con materias primas.

En Asturias son 6 las plantas de producción que están en estudio, tres de ellas casi seguras, sumando una producción acumulada de más de medio millón de toneladas al año. Además, el puerto de El Musel servirá de entrada para decenas de miles de toneladas anuales de cereales que está siendo usado en la planta de producción de bioetanol de Abengoa en Salamanca.

La realidad es que las plantas asturianas necesitarán, ellas solas, una vez y media la superficie de Asturias plantada de monocultivos para abastecerlas. Serían monocultivos industriales, altamente contaminados por pesticidas y abonos químicos, dado que no serán utilizados para la alimentación humana y de ganado y con un uso de la tierra que, como se puede ver en los periódicos on-line de medio mundo, no deja de provocar violaciones de derechos humanos sobre los pequeños campesinos que sucumben al monocultivo.

¿Están las autoridades asturianas de acuerdo con esta política? Apoyar la instalación de plantas transformadoras de biocombustibles, apoyar a las empresas asturianas con intereses en plantaciones de cultivos energéticos en países del sur y apoyar la entrada de estos materiales para el uso de terceros por el puerto de El Musel es ser cómplice, a sabiendas, de violaciones de derechos humanos y de la deforestación.

Por otra parte, en Asturias sí que se está haciendo desde hace muchos años un biodiesel de calidad y con todas las garantías, el que hace una pequeña empresa con una planta de 6.000 toneladas a partir de aceites de cocina usados. Esta tecnología sí que supone un avance, algo a tener en cuenta y a valorar por haber salido de nuestra región. Tal vez el no ser una multinacional sea lo que la condene al abandono y al olvido por parte de las autoridades asturianas.

La solución a la transformación de las fuentes de energía para vehículos no pasa por elegir una opción (cultivos bioenergéticos) tan mala como la que ya tenemos (petróleo). Es hora de mirar más allá de los puros intereses económicos y especulativos y demandar un cambio en la forma de plantear el transporte. De momento. ARGENPRESS


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