by Juan Manuel Navarro
Hace dos semanas salía publicado en el DOE el anuncio para someter a información pública las solicitudes de autorización administrativa para la instalación de parques eólicos en la Comunidad Autónoma de Extremadura. Esta noticia no ha dejado indiferente a nadie y no precisamente porque no fuera esperada, sino por las fechas en las que se publica y el plazo otorgado para alegaciones. El anuncio, amparándose en un Acuerdo del consejero de Economía y Trabajo de 10 de octubre del presente año, reduce a 15 días el plazo para alegaciones, algo totalmente anormal y fuera de contexto, más aún si tenemos en cuenta que la Administración autonómica ha necesitado nada más y nada menos que seis meses para comprobar toda esta documentación.
Si a pesar de ello uno elige saltarse las vacaciones de Navidad para marcharse a vivir a Mérida, a costa de su bolsillo, durante estos quince días, seguramente se encontrará con la sorpresa de que tiene que hacer cola para entrar a una sala, previo requerimiento de identificación personal pormenorizada, y esperar a que uno de los empleados le traiga la información que necesite, sin la posibilidad de fotocopiar o fotografiar nada. ¿No habría sido más sensato enviar un resumen de la documentación a cada comarca afectada en el que se recogiera la ubicación detallada de cada uno de los parques, los proyectos de creación de empleo que se presentan, los estudios de impacto ambiental, así como otros detalles de importancia, para que de verdad se permitiera el acceso a la información que toda Administración debe garantizar al ciudadano?
XPERO ALx margen de la energía eólica, en Extremadura se están preparando otros proyectos industriales de gran envergadura que pasan por una refinería de petróleo y varias centrales térmicas de ciclo combinado. La respuesta popular en contra de estos proyectos ha sido contundente: manifestaciones en la calle, declaraciones en los medios de comunicación, cientos de alegaciones a los proyectos ya presentados, etcétera. A pesar de ello, el Gobierno regional se ha atrincherado en su castillo y está haciendo caso omiso a ese rechazo, utilizando además sus tentáculos sociales para crear plataformas a favor de los proyectos, que no hacen más que demostrar lo vil que puede llegar a ser el poder cuando, al saberse respaldado durante tantos años por el electorado, manifiesta prepotencia en vez de nobleza.
Es evidente que la energía eólica no presenta de entrada un rechazo popular, dada la imagen que tiene de energía limpia, no contaminante y portadora de grandes regalos en forma de puestos de trabajo añadidos . Las tierras del norte extremeño se sienten por ello felices y ansiosas de recibir este limpio presente. No es de extrañar por ello las manifestaciones realizadas en los medios de comunicación, durante los últimos meses, por representantes de distintos ayuntamientos de Sierra de Gata y Hurdes apostando firmemente por los proyectos eólicos. Como ejemplo de la oposición a los mismos se puede consultar la hemeroteca de la publicación digital de el Periódico Extremadura en la sección Opinión de los días 26/07/2006 y 19/09/2006. Aunque para entender un poco mejor los motivos profundos de esta oposición sería necesario ahondar aún más en tres aspectos importantes: 1. El papel que juegan las energías en la crisis medioambiental. 2. El enfoque del actual desarrollo de la energía eólica a gran escala. 3. El progresivo recorte de las ayudas europeas y la creación de empleo alrededor de la energía eólica.
Como es imposible abordar todos estos temas en el ajustado espacio de estas líneas, tan solo comentar de manera resumida que nos encontramos en estos momentos con un amplio reconocimiento científico e incluso político de dos fenómenos globales relacionados entre sí: la crisis medioambiental y el cénit del petróleo. En el primer caso debido fundamentalmente al cambio climático y al oscurecimiento global, que tienen su base en el alto nivel de emisiones de CO2 y otros gases, como consecuencia principalmente del excesivo consumo de energías de origen fósil, que ha dado lugar a su vez a graves desajustes entre la oferta y la demanda y a la visualización de un cercano cénit petrolífero. Para intentar paliar de alguna forma estos problemas los gobiernos se proponen la reducción de las emisiones contaminantes y la búsqueda de otras energías alternativas. A pesar de ello, las emisiones no se reducen sino que aumentan y las energías alternativas no palian el problema y además crean otros nuevos, como es el caso de la energía eólica a gran escala. La realidad es que ningún gobierno quiere (o quizás no puede) reconocer que hemos tocado techo en nuestras ambiciones de crecimiento continuado, seguramente porque está en juego nuestra actual forma de vida y la mayor parte de los habitantes del mundo desarrollado prefieren no afrontar cambios importantes ahora mismo aunque el futuro sea incierto y venga cargado de malos presagios. Nadie quiere hablar en la esfera política de decrecimiento .
En el marco europeo, países como el nuestro, han recibido durante años ayudas de todo tipo. Como consecuencia de ello se ha creado una cultura del subsidio, que es el enfoque más alejado de lo que debería ser una sociedad sostenible. Los proyectos de la refinería de petróleo, las centrales térmicas y la implantación a gran escala de la energía eólica, al margen de los problemas para la salud y medioambientales que puedan, no cumplen tampoco con este criterio de sostenibilidad y por lo tanto no deberían llevarse a cabo.
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